La experiencia demostró, en primer lugar, que no siempre estaban claros los objetivos de la asignatura y por tanto tampoco la clase que se prentendía llevar a la pizarra. Es decir, el problema no era la tecnología, sino clases pensadas en desarrollar niveles cognitivos inferiores (memorizar).
La pizarra digital intercativa (PDI), ni ningún recurso tecnológico resuelve automaticamente ese problema.
El otro punto interesante fue que los profesores, opinaban que sus alumnos no tenían computador en la casa, ni Internet. La encuesta que habiamos hecho al grado en cuestión, noveno, en cuya aula se había instalado la pizarra, arrojó que de 34 alumnos, 31 si tenían computador y de estos 20 tenían Internet en su hogar. Realmente los alumnos estaban esperando algo nuevo con la llegada de su pizarra y estaban enusiasmados con ello.
Todos los profesores encontraron la pizarra útil, aunque en Matemáticas fue donde se presentaron las mayores dificultades, no por la notación simbólica, propia de esta disciplina, sino por el caracter repetitivo y memorístico de los ejercicios que se pretendian llevar a la pizarra digital.
Realmente con algunas técnicas básicas de interacividad se logró el diseño de algunas clases interesantes. Previamente se habían precisado y discutido objetivos (operacionales) para las asignaturas en su conjunto y para cada unidad de contenido.
La experiencia fue útil y demostró lo esperado:
El problema de la aplicación efectiva de la pizarra digital, pasa por la reconceptualización de los objetivos de la asignatura, el recurso tecnológico sin un cambio de mentalidad que lleve a romper el esquema de la clase tradicional, sólo logrará el deslumbramiento inicial, pero en el fondo nada cambiará.
La magia de la pizarra digital la pone un profesor dispuesto a cambiar sus clases y no precisamente en la PDI
